Familia Contemporánea: Los mejores regalos no cuestan dinero

Los mejores regalos no cuestan dinero




Porque el gusto de dar llena al corazón.

Cuando uno da a manos llenas sin esperar nada a cambio, por el placer de hacer sentir bien a la persona que se quiere, el sentimiento de satisfacción es tan grande que pareciera que uno está recibiendo más de lo que uno verdaderamente está dando.



La época de fiestas viene acompañada de sentimientos encontrados; por un lado nos llena de muchas alegrías e ilusiones, pero por el otro también trae consigo el estrés de tener que regalar, comprar y gastar bastante dinero. La publicidad y los medios nos han vendido la idea de que los presentes costosos son los más valiosos. Nos olvidamos que a veces los mejores regalos no implican grandes inversiones. Los obsequios que están pensados especialmente para cada quien, aquellos que nacen del corazón y de la verdadera intención y deseos de querer dar, son aquellos regalos que resultan los más preciados y se guardan como un verdadero tesoro.

El esposo de Dora se fue de la casa  sin dar ninguna explicación. Abandonó a su familia con lo cual Dora y sus tres pequeños hijos quedaron solos y desprotegidos. Pasó el primer mes y al no poder pagar la renta del apartamento, Dora y su familia se vieron forzados a salir de allí y se quedaron sin un lugar para vivir. 
Desesperada por hallar un refugio para sus niños, encontró un albergue para mujeres sin hogar. Allí le dieron un techo temporal, comida y ropa para sus hijos.

El albergue fue una bendición para Dora en muchos sentidos ya que se sentía segura, protegida y además tuvo la fortuna de conocer allí a Abel, un trabajador social que la apoyó, la motivó, y le ayudó a encontrar un trabajo. Él confiaba que Dora era una buena mujer con voluntad y capacidad para salir adelante por si misma.

El apoyo y la confianza levantan el ánimo.
Gracias a la ayuda de Abel, Dora gradualmente comenzó a ganar dinero; trabajaba largas horas e incluso los fines de semana. Luego de un tiempo, juntó suficientes ingresos y pudo dejar el albergue, rentar un departamento y mantener a sus niños. Se sentía muy agradecida por la vida.  
Poco después, llegó la época de las fiestas. El clima festivo y de alegría se sentía por toda la ciudad. Una mañana, por sorpresa llegó un gran paquete a la puerta. Cuando Dora lo abrió, se dio cuenta que estaba lleno de regalos para ella y para todos sus hijos y comenzó a llorar de la emoción.  

El paquete había sido enviado por Abel, quien había conseguido grandes donaciones de diversas compañías para hacer que ella y su familia pasasen unas fiestas inolvidables.

Dora lo llamó inmediatamente agradeciéndole muchísimo su atención e insistiendo que no entendía el motivo de tanta bondad dado que él ya le había dado el mejor regalo del mundo: el haberle brindado su apoyo y confianza cuando más lo necesitaba y el haberle ayudado a conseguir su trabajo.

Dora, sintiéndose tan afortunada, reunió a sus hijos y les sugirió la idea de tomar estos regalos y obsequiárselos a familias y niños aun más necesitados. Sus hijos asintieron con alegría y el entusiasmo de poder dar y ayudar a otros.

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