IR O NO IR, ESA ES LA CUESTIÓN.
Terror. Eso es lo que sienten muchos padres y madres cuando alguien les habla de dejar a sus pequeños con otros. “¿Con quién van a estar mejor?” “¿Quién les va a querer más?” Dejar a la “sangre de nuestra sangre” en manos de otros es un trago difícil, y ahí están las imágenes de los primeros días de colegio o guardería, con los telediarios dando imágenes de unos padres que compiten con los niños en a ver quién lo lleva peor.
Sin embargo, a veces las necesidades laborales nos obligan a enfrentarnos a ésta situación. Bueno, el trabajo y un familiar (querida abuela, querida tía) que quiere mucho al niño pero que se niega a ser nuestro asistenta; y si no es un familiar será la misma asistenta, que se niega a limpiarlo todo y además cuidar al niño. Sea como sea, siempre hay “algo” que nos empuja a dar el paso.
La buena noticia es que esto que a veces parece un trauma, puede ser muy bueno para tu hijo. Ahora para crecer necesita moverse, poder coger las cosas, tirarlas, pintar por todas partes... cosas todas ellas que no hay casa decente que las aguante. También ahora debe aventurarse e intentar andar, caerse, y después de ello, seguir intentándolo en lugar de recibir una catarata de mimos que termine sentándolo... cosas todas éstas que no puede ni plantearse una madre sufrida.
Y, lo más evidente, necesita aprender a relacionarse, a compartir, a saber que se le quiere, pero que no es el centro del universo, cosa que, cuando el universo se reduce a las paredes de nuestra casa, en la que todos los demás “planetas” giramos a su alrededor, pues se le hace más difícil de entender.
Bromas aparte, los niños en edad de guardería, además de comer bien y estar limpios, tienen necesidad de unos estímulos que les empujen a desarrollarse; y como no todos los padres venimos al mundo con una titulación de Educación Infantil bajo el brazo, puede ser bueno que busquemos a los que sí la tengan y puedan ponerle un plan de actividades, juegos, normas y tareas que le hagan ir avanzando. Además de tener por guía a un profesional, siempre el ver como otros iguales a él van superando las cosas (se suben a un triciclo, aprenden a comer...), también les enseña y les anima a crecer.
Por supuesto, llevar a tu hijo a una guardería está llenito de unas desventajas llamadas enfermedades, que a larga pueden ser muy saludables, pero que “a la corta” incordian lo que no está escrito.
Y es que a éstas edades, su sistema inmunológico es aún muy pequeñito. Durante los primeros seis meses casi la única inmunidad que tienen es la que les da la leche materna. El aire que comparte, los mocos, la piel, la saliva que sale al hablar... el estar juntos tantos pequeños y tan débiles hace que, además de coger las enfermedades que tendría él solito, se le contagien las de los demás. Lo dice la estadística: hasta la guardería más limpia resultará más infecciosa que nuestra casa.
Lo mejor es prepararse para ello y saber que muchas veces no podrás ni llevarle a la guardería todos los días, porque tiene fiebre, o por que necesita descansar, o unos cuidados que no tendría allí.
Si ésta situación se te plantea muy a menudo es lógico que te preguntes si no sería mejor dejar de llevarle a la guardería. Nosotros te recomendamos que ésta decisión la tomes junto con el pediatra del niño.
El lado “saludable” de tanta enfermedad es que hacen que luego si sistema inmunológico (el que le protege de las infecciones) sea mucho más fuerte. Cada vez que tu hijo se enfrenta a una enfermedad, su cuerpo aprende cómo hacerlo para superarla, así ya no vuelve a dejar que ese virus le ataque.
En todo caso, vaya o no vaya a la guardería, te convendría conocer esas necesidades educativas que ahora tiene, para apoyarle desde casa. Por ejemplo, incentivar el dibujo, además de ayudarle a expresarse, visualizar, y manejar los lapiceros, le sirve para aprender a concentrarse, sobre todo si tiene que terminar la tarea en un tiempo determinado. Es un buen momento para hacer ejercicios de lateralidad y psicomotricidad, juegos para desarrollar el sentido del equilibrio, la memoria... en casa o en la guarde, ahora tiene que aprender a llevar un régimen alimenticio sano, rico y regular. Esta viviendo unos años que son la antesala de la escuela, por lo que no le vendría nada mal ir asumiendo unos horarios, ciertas normas, o lo que significa relacionarse con los demás.
Tu tendrás que valorar si en casa vas a poder hacer todos éstos juegos y actividades, que son los “deberes” que le corresponden por su edad.
ELEGIR "GUARDE": ¿En qué manos le dejo?
Como en un banco, aquí se trata de ver con quien podemos dejar aquello más valioso que tenemos, para que esté bien cuidado, vigilado, y ya puestos, que crezca todo lo posible.
En cuestión de guarderías, muchas son las que hay, pero al final, entre las que tienen plazas libres, y tres o cuatro prioridades que te marques, la elección quedará muy reducida.
Lo primero de todo es saber dónde nos vamos a poner a buscar: si cerca de casa o cerca del trabajo (mi enhorabuena para los afortunados que lo tengan todo junto). Tenerlo cerca de casa permitirá que la vida social del niño continué igual fuera de la guardería que dentro: los niños del parque serán los amigos del centro, y a ti no te vendrá nada mal tener por vecinos a los padres de sus amigos. El problema a veces puede venir a la hora de combinar el horario que tengamos de salida en el trabajo con el de las guardes del barrio.
Una diferencia que hace que muchos padres opten por guarderías privadas es precisamente el horario, que tiene unos márgenes mucho más flexibles. La otra diferencia, el precio, juega en cambio a favor de las guarderías públicas. Habrá que poner en la balanza éstas características.
Pero sin duda, la preocupación que más nos puede agobiar es la del propio centro y su personal. Hay que visitar el sitio y fijarse en todos los detalles: que los enchufes y otros peligros estén fuera del alcance la las manos de los niños (que a veces son muy largas), si sirven comida en un sitio específico para ello, si utilizan toallas desechables, la claridad y ventilación del sitio, la división que tienen los espacios, si hay posibilidades de que un niño escape a la vigilancia del cuidador... Además de éstas cuestiones, y sin miedo de caer en tópicos, deberías hacerle llegar a los cuidadores ese millón y medio de inquietudes que te pueden impedir estar tranquilo. ¿Cómo es el menú? ¿Quién lo prepara? ¿Cuántos niños tiene al cargo cada cuidador? ¿Qué hacen si el niño está enfermo? ¿Y si le pasa algo? ¿Cómo se aseguran de que quien recoge al niño sea yo y no otro? Y cualquier otra de éste calibre. Salvo casos extremos, nunca serás lo suficientemente “pesada”. Piensa que los cuidadores son personas que trabajan con niños, así que deben atesorar mucha paciencia y gran facilidad para explicarse claramente. ¿Es eso lo que has notado en tu trato con ellos?
Una vez que ya empiece el curso, te vendrá bien estar informada: hablando con otros padres sabrás sus opiniones sobre el funcionamiento de la guardería, si han tenido algún problema que no les hayan resuelto bien... Y preguntándole a la maestra, conocerás lo que aprende tu hijo y qué es lo que más le cuesta, para ayudarle por ahí.
EL PRIMER DÍA: “No sin mi hijo”.
No hay trauma que una buena mentalización de varios días (o semanas) no pueda superar. Por ello, y si crees que la separación se le puede hacer dolorosa a tu hijo, aquí te damos algunos consejos:
Explícale antes cómo es la guardería. Hazlo contándole muchas cosas y todas ellas muy buenas.
Llévale más a menudo al parque. Se acostumbrará a jugar y a estar con los demás. Puedes decirle que la guardería es como otro parque, pero aún mejor porque hay más juguetes y niños.
Un truco: dile que si se porta bien irá a la guardería. Que lo vea como un premio, una recompensa, divertida y emocionante.
Cuéntale que allí va a aprender muchas cosas. Si ves que hay algo que le interese, dile que eso justamente es una de las cosas que se enseñan.
Para los papás imaginativos, una buena opción es inventarse un cuento sobre algo bonito que pase en la guardería. Los demás padres podemos conseguir lo mismo contándole alguna buena anécdota de algo estupendo que nos pasó a nosotros allí.
En todo caso, dile todo esto con naturalidad, no vayamos a empezar una estrategia “envolvente” a todas horas el mismo día antes de ir por primera vez. Si le das mucho bombo al asunto, al final acabará oliéndose que algo no encaja y se asustará ante algo que de repente parece tan importante. Tu hijo tiene que entender que ir a la guardería es tan natural como ir al parque , o a casa de la abuela
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