No es fácil decirle "no" a un hijo ni ponerle límites. Sin embargo, tu autoridad, tu firmeza, los límites y esas ligeras "decepciones", son útiles y necesarias para el niño, siempre y cuando sean empleadas juiciosamente.
Por una parte, los límites ayudan al niño mostrándole una conducta apropiada. Ser firme no quiere decir que no podamos cambiar de opinión en ciertos puntos. Lo que sí que hay que tener claro es que en ciertas cuestiones es necesario ser coherente e inflexible. Algunas de estas cuestiones que exigen firmeza son la educación, el respeto, la violencia, la pulcritud,...
Como ya hemos dicho hay ocasiones en las que podemos llegar a cambiar de opinión, dependiendo de las circunstancias. Un buen ejemplo es con la hora en la que el niño debe acostarse. Esta hora podemos aplazarla un poco si al día siguiente es fiesta para el niño. Aunque siempre debemos explicarle al niño la razón de este cambio.
Un niño de 2 - 3 años ya tiene una fuerte propensión a someter a sus padres a pruebas para conocer sus límites y su autoridad. Y cuidado con estas pruebas, ya que el pequeño observará rápidamente tus puntos débiles y los aprovechará para su beneficio. Si dejamos que se aproveche de nuestras debilidades, corremos el riesgo de poner en entredicho nuestra autoridad o de crecer y evolucionar sin hacer caso a los límites.
Y esto es estresante para él, además de ser una puerta abierta a la tiranía. Por tanto, aunque el pequeño manifieste su desaprobación frente a nuestras decisiones, nuestro querido hijo lo necesita. Imponerle reglas es bueno para el presente y para el futuro: con ellas, le mostramos que, posteriormente en la vida, también estará sometido a "jefes" y normas: profesores, jefes, leyes,...
A veces, la tentación de bajar los brazos y ceder es grande, así que cuidado con ello. No debes ceder ante el cansancio de sus pataletas, llantos o súplicas, si piensas que tu decisión es la correcta. De hacerlo, el niño puede aprender de la pauta y reproducir lo que hizo para volver a hacerte sentir cansado y que cedas nuevamente. Como ves, no es un buen precedente.
Ser firme en las decisiones no es una labor fácil, lo sabemos, pero es muy necesario. Y el niño aprenderá rápidamente la pauta a seguir y entenderá qué debe hacer y qué no. Y sabrá que de nada servirá quejarse, si siente que tus decisiones son firmes y justificadas.
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